Pero lo que no cambia es la vuelta a casa, cojo el coche para volver, voy apagando de camino la sonrisa, me voy silenciando, la apatía se va apoderando poco a poco de mí como una nube centrada en mi casa, mientras olvido mis pensamientos alegres y me centro en la pregunta sin respuesta: ¿para que?
Y siempre llego, abro la puerta, y entro en la oscuridad.